Soy de esas que puede estar quebrándose por dentro pero que siempre sonreirá
Porque aunque suene cliché, es más sencillo sonreír que explicar el porqué de cientos de cosas que sólo tú sabes
Algún día he de asimilar que las cosas han cambiado bastante, y obviamente yo con ellas. Que a veces debo dejar de preocuparme tanto por ciertas cosas (más las relacionadas con el amor o una relación). Que a veces sólo debo dejar que sigan su rumbo y ya.
Que sólo debo perseguir mis sueños, que hay cosas que nunca se olvidan, que nadie puede mandar en el corazón de nadie, que todo es una constante contradicción, que ver películas me pone bastante melancólica, pero que así mismo lo necesito y quiero. Que no hay que limitarse en muchas cosas porque sólo se viven una vez y nunca será posible devolver el tiempo… y que mientras escribía todo esto sentía un nudo en la garganta, pero yo sonreía.
Sensaciones que nacen de momentos que pueden verse reflejados en películas repentinas que ves en un día solitario, frío, pero con sol de verano. Acogedor pero litigante en sus pensamientos. Que de repente tienes la habilidad de poner todo en silencio, moderar lo tenue de la luz, respirar suave, escuchar todos y cada uno de los sonidos que te rodean.
Tienes la idea de imaginar millones de cosas que han pasado, que dejaron de suceder, te haces la idea de que nunca sucederán pero así mismo alucinas con que sí. Las lágrimas no conocen el límite y las palabras su total significado. Aun sabiendo que se es la única persona en la habitación no se anhela otra más, aunque en ciertos momentos sí. Personas que aún viven pero ya no ves, o crees nunca volverás a ver. Personas que estás segura que verás luego y personas que ya no viven. De quienes nunca hablas porque sabes que te quebraran el alma con los recuerdos de su ausencia, que piensas que si volvieses a vivir días previos a su partida harías miles de cosas inimaginables, pero una vez más es tarde, es tarde para volver a sentir, para volver a decir, para volver a abrazar, para volver a oler y para volver a demostrar cuánto las has de querer.
Reconocer que plasmar todas esas cosas es el único escape fugaz, aun sabiendo que hay otros aún mejores.
La mayoría del tiempo poca confianza tienes en ti misma y ni crees que has sido capaz de sobrevivir a lo que años atrás ha sucedido y que hoy te trajo hasta aquí. Internamente vives batallas a diario frente a miles de situaciones y emociones instantáneas y sabes que externamente sólo muestras la constante semi-sonrisa, porque aunque suene cliché, es más sencillo sonreír que explicar el por qué de cientos de cosas que sólo tú sabes.
Entiendes y hasta no deseas compartir por no demostrarte vulnerable, insegura, indecisa y miles de adjetivos más que a diario ocultas. Que si bien es cierto reconoces que quieres dar todo o nada, que siempre tienes que tomar elecciones o ellas te toman a ti, y de manera inesperada en medio de millones de pensamientos de los cuales hasta a veces quisieras escapar y no regresar. O hasta de pronto volver a ellos e intentar recuperar partes buenas y malas de ti camufladas ahí.
Cada vez notas que es más fácil quedarse con las malas puesto que a través de las experiencias de los años aprendes que no es del todo posible dar a conocer las buenas, que cada día son menos valoradas.
Artículo por Nía García
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